Por Luis B. Gómez L.
Ser la única isla que se comparte entre dos países no ha sido un gran privilegio, sino también causa de conflictos eternos para los dominicanos y haitianos. Estos temas referentes a las relaciones entre la República Dominicana y Haití, siempre son de mucho interés por la importancia económica, política y social que constituye en estos dos especiales países; y son tratados de manera pasional, como también desde el punto de vista real. Una pasión alimentada por siglos con sentimientos cuestionables y una realidad que se palpita a ojos cerrados.
Tal se ha visto en los últimos años, por ejemplo, la migración de ciudadanos haitianos a su país vecino por distintos motivos y a realizar distintas aactividades: a trabajar en la Agricultura (en cultivo de caña, arroz, etc), en la construcción, a estudiar a las universidades dominicanas, a negocios ambulantes, a ser empleados privados, etc.
Por su parte los agricultores, ingenieros, externan la demanda de manos de obra haitiana, sobre todo en la agricultura y la construcción, sobre todo, en un principio por el precio de la misma. Un precio, que en sus inicios no exige seguridad laboral, de vida, de salud, horario y un salario que no viene sin descuentos por impuestos, gracias a la permanencia ilegal en el país.
No obstante, hoy día se sabe que no es cierto que la mano de obra ilegal es la más barata. En el caso de la siembra por trasplante del arroz, algunas regiones arroceras como la Línea Noroeste (Mao, Montecresti, Dajabón) dependen en más de un 95 % de la mano de obra extranjera y son los que más alto pagan el costo de la siembra de una tarea. Para el año de siembra presente (2007-2008), se inicia la siembra sobre los RD$500.oo, mientras en zonas arroceras donde los obreros son los dominicanos como Juma, Bonao, se inicia la siembra de la tarea a penas a unos RD$300.00. Si se es conocedor de estas zonas arroceras, podría decirse: La Línea Noroeste tiene 20% más de área en una tarea (llamada tarea grande), que otras zonas como el Cibao Central. Hagamos la conversión entonces, y veremos que aún así los obreros dominicanos empezaron a trabajar más barato que los hermanos haitianos.
Es innegable la importancia de nuestros amigos y vecinos de Haití en el desarrollo de la República Dominicana, pero también es innegable la falta de empleo en la República Dominicana, siendo injusto decir que el dominicano no hace trabajos fuertes. Le invitamos a conocer la realidad de los campos agrícolas dominicanos y barrios, donde miles de jóvenes desean la oportunidad de trabajar para ir a los centros educativos.
Este es solo un pequeño ejemplo de por qué los entes de producción como el estado deben dar importancia a éste tema de manera seria, y así impedir el tráfico ilegal de ciudadanos haitianos que arriesgan su dignidad en los espinosos caminos fronterizos, olvidando en muchos casos, sus derechos, aunque sean bienvenidos en las comunidades dominicanas.
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